Pero ¿no se les ordena a los hijos obedecer a sus padres?
Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. Efesios 6:1 (NVI)
Algunos de ustedes pueden estarse preguntando sobre Efesios 6:1 y el mandato para los hijos de obedecer a sus padres. ¿No se extiende este mandato incluso hasta la edad adulta? ¿O podría existir algún límite implícito? Algunos padres dicen que este mandamiento se aplica a hijos de todas las edades. Pero a la luz de los pasajes que se explicaron antes, creemos que Pablo se está refiriendo a niños que todavía son dependientes de sus padres y que están bajo su techo y autoridad, en contraposición a los que son “de edad”. Aplicar el mandamiento a hijos mayores, incluso a los que están casados, significa que ellos deben honrar a sus padres (Éx 20:12), respetándolos y ayudándolos cuando tengan necesidad (1Ti 5:4). Sin embargo, ya no están obligados a sujetarse a ellos ni a obedecerlos en todas las cosas.
Es una triste realidad que algunos padres abusan pecaminosamente de su posición de autoridad. Amelia era una mujer de unos treinta años que todavía estaba viviendo con sus padres y estaba siendo cortejada por un buen hombre cristiano. El inconveniente era que el trabajo del hombre estaba a miles de kilómetros de distancia de la familia de Amelia. Sus padres se negaron a permitir que su hija se casara con este hombre porque sencillamente no les gustaba la idea de que su hija se mudara tan lejos. Le hicimos saber a Amelia que sus padres estaban tratando de controlarla injustamente (Ef 6:4) y que, de acuerdo con la Escritura, ella era libre de decidir si se casaba o no.
En otro caso, Jorge, un hombre soltero de unos cuarenta años, estaba viviendo con su madre divorciada; ella se oponía a su deseo de casarse con una mujer cristiana que era piadosa y a la que había estado cortejando. Ella quería que él siguiera viviendo con ella o que se casara con la mujer que ella escogiera. La madre de Jorge alegaba que Efesios 6:1 demostraba que su hijo estaría violando la Escritura si se casaba en contra de su voluntad. Jorge buscó el consejo de los líderes de la iglesia, quienes lo convencieron de que él era libre de escoger a su esposa. Hoy en día Jorge y su esposa tienen un matrimonio bendecido con hijos hermosos y amados. Él y su esposa están haciendo todo lo que pueden para mostrarle bondad a su madre a pesar de que ella se opuso a su matrimonio.
El problema de los padres que se rehúsan a liberar a los hijos y que tratan de controlar las decisiones de sus hijos adultos no es algo nuevo. En el siglo dieciséis, el padre de Martín Lutero quería que él fuera un abogado, pero Martín estaba decidido a ser un sacerdote. Aunque el conflicto entre padre e hijo fue doloroso, todo protestante puede estar agradecido de que Lutero se haya opuesto a los deseos de su padre y tomara su propia decisión. Dios usó su determinación de ser su propio jefe de maneras maravillosas, las cuales siguen resonando en todo el mundo más de quinientos años después.
Al igual que Lutero, nuestros adultos jóvenes son responsables ante Dios de tomar sus propias decisiones. Son responsables de escoger su profesión, su cónyuge y su lugar de residencia. Cuando nuestros hijos eran pequeños, sus opciones estaban limitadas por nuestras preferencias. Pero ahora que son “mayores de edad”, son libres para dejar nuestro hogar y nuestra supervisión, aunque creamos que esa decisión sea imprudente.
Extraído del libro "Nunca dejas de ser padre" de Jim Newheiser y Elyse Fitzpatrick