El crecimiento es una función de supervivencia necesaria para todos los seres vivos. Si una flor crece, está viva. Si deja de crecer (o nunca lo hace), se marchita y muere. Eso es biología básica. Lo mismo es cierto para los cristianos. Cuando el evangelio nos salva, le da vida en Cristo a corazones que estaban muertos (Col 2:13). Nos volvemos recién nacidos espirituales que están despiertos y hambrientos, retoños sedientos con ojos recién abiertos al mundo. E inmediatamente empezamos a crecer.
Ese crecimiento nunca terminará. Es una señal de que hay vida espiritual. Inevitablemente seguiremos aprendiendo y creciendo y creciendo y aprendiendo, incesantemente, para siempre. Un cristiano que no crece es algo irreal. No existe. Seguir a Cristo es ser un aprendiz de por vida. Crecemos porque estamos vivos.
Discernimiento = crecimiento
Pero no podemos crecer sin discernimiento. Estas dos cosas están unidas y es imposible separarlas. ¿Qué es el discernimiento? Es la habilidad de definir y actuar según la diferencia entre lo bueno y lo malo, o como dijo C. H. Spurgeon , entre “lo bueno y lo que casi es bueno”. Es mirar el panorama de nuestras vidas, examinar todo lo que nos encontramos y juzgar entre lo bueno y lo malo, entre la doctrina bíblica y la falsa, entre el entretenimiento edificante y el dañino, entre la santidad y el pecado. En 1 Tesalonicenses 5:21 se nos llama a “[someter] todo a prueba, [aferrándonos] a lo bueno”. El crecimiento y el discernimiento son como un ciclo que se alimenta a sí mismo, un círculo precioso. Donde hay crecimiento espiritual, habrá discernimiento espiritual.
Pero el discernimiento no es una especie de hipercrítica que te hace incapaz de apreciar las cosas y que te convierte en un perro guardián amargado que no hace nada más que olfatear los errores de los demás. Es un llamado santo a discernir lo que es agradable a Dios y lo que no (Ro 12:1-2). Te da una libertad redentora para deleitarte en lo que es verdadero y hermoso, mientras rechazas lo que es desagradable y falso. Donde hay discernimiento habrá crecimiento.
Entonces ¿cómo obtenemos discernimiento?
En Efesios 4, Pablo explica a la iglesia en Éfeso la conexión entre el discernimiento y el crecimiento. Les dice que mientras los cristianos aprendamos de maestros piadosos, “creceremos” en Cristo y seremos cada vez menos como niños sin discernimiento que son “zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas” (v 14). En lugar de eso, conforme aumente nuestra madurez y sabiduría, también aumentará nuestro discernimiento. Y mientras hagamos esto, “creceremos hasta ser en todo como Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (v 15). Aquí está otra vez este hermoso círculo que se alimenta a sí mismo —el crecimiento motiva el discernimiento, el cual provoca crecimiento que motiva el discernimiento, el cual provoca... ya entiendes el punto. En Efesios 4 vemos esto en acción.
Así que, si el discernimiento es necesario para crecer espiritualmente, ¿cómo lo obtenemos? En última instancia, como todo lo demás en nuestras vidas, Dios es quien nos lo da (Dn 2:21). Su Espíritu obra en nuestros corazones y produce un cambio duradero. Pero Él también nos da la responsabilidad de buscar y encontrar discernimiento. En Efesios 5:10 nos dice: “... comprueben lo que agrada al Señor”. Aquí hay dos formas principales en las que hacemos esto.
1. Observa y aprende de la Palabra de Dios
Dios es la fuente de todo lo que es recto, verdadero y digno. Él es el fundamento sólido del discernimiento, así que ¿qué mejor lugar para buscarlo que en Su Palabra? Al inicio de Proverbios 2 dice que si recibes, estudias y amas las palabras de Dios, Él te dará discernimiento. Cuando fijamos nuestra mente en las cosas de Dios, nos sumergimos en lo que es perfectamente recto y, en el proceso, nos protegemos del engaño (Mt 16:23).
Dios ha escrito Su verdad en la Escritura, y tenemos acceso ilimitado a ella. Al estudiarla, somos capaces de usarla como un estándar objetivo para evaluar las enseñanzas con las que nos encontremos. Si quieres más discernimiento, lee la Biblia. Si quieres crecer, lee la Biblia.
“Si quieres más discernimiento, lee la Biblia.
Si quieres crecer, lee la Biblia.”
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2. Pídele discernimiento a Dios
La segunda manera de obtener discernimiento es orando. Puede sonar infantil o como un cliché, pero si es Dios quien nos da discernimiento, deberíamos pedírselo. Si queremos crecer, necesitamos pedírselo. Eso es lo que hizo Salomón cuando se convirtió en rey de Israel. Dios se le apareció en un sueño y le dijo: “Pídeme lo que quieras” (1R 3:5). Era una invitación sin límites. Salomón respondió con gran carga y humildad:
Ahora, Señor mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. Yo te ruego que le des a Tu siervo discernimiento para gobernar a Tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo Tuyo? (1R 3:7-9).
Él era un nuevo rey. Pudo haber pedido poder político, victoria en las batallas, popularidad, fama o éxito. En lugar de todo eso, pidió la cosa más valiosa que conocía: discernimiento. Sigue el ejemplo de Salomón y pídele discernimiento al Señor con humildad y fervor. En Santiago 1:5 leemos: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y Él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie”. Dios es la fuente de la verdad, así que si quieres saber lo que es correcto, ve a Él. Expresa tu deseo de obedecerle a través del discernimiento, y pídele que te haga madurar en esta área.
El discernimiento en la práctica
Si eres cristiano, el evangelio garantiza que crecerás. Y si estás creciendo, el evangelio garantiza que ejercitarás discernimiento. Pero ejercitar discernimiento en el mundo real puede ser difícil. Aunque la Palabra de Dios es infalible, la enseñanza del hombre no lo es. Y no solo recibimos enseñanza desde el púlpito. La encontramos en los libros, en las pantallas, en las escuelas, en la música, en la cultura —básicamente, en todas partes. Cada día nos están enseñando algo, y nuestra responsabilidad como seguidores de Jesús es distinguir entre la verdad y la mentira.
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Este artículo fue adaptado de una porción del libro Esto lo cambia todo, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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