Lo que Jueces 1 y 2 nos puede enseñar sobre el discipulado

Lo que Jueces 1 y 2 nos puede enseñar sobre el discipulado

El libro de Jueces comienza viendo hacia atrás y termina viendo hacia adelante. Este periodo de la historia de Israel abre así: "Después de la muerte de Josué" (1:1'); sus palabras finales crean una tensión que apunta hacia la época de la monarquía de Saúl, David, Salomón y sus sucesores: "En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor" (21:25). Para entender y apreciar los grandes picos y valles, los triunfos y (más a menudo) las tragedias de la época de los jueces, debemos comenzar mirando hacia atrás, como nos recomienda el versículo 1:1. 


El Dios que guarda Su promesa


Josué fue el sucesor de Moisés escogido por Dios para guiar al pueblo de Israel (Nm 27:12-23). Él era uno de los dos únicos hombres de toda la generación rescatada de Egipto que había permanecido fiel en confiar en las promesas de Dios de llevar a Su pueblo a la tierra prometida de Canaán (Nrn 14:30). Así que él y Caleb (a quien nos vamos a encontrar más tarde en Jueces 1) fueron los dos únicos que escaparon del juicio de Dios de la muerte en el desierto y que pudieron entrar a la tierra prometida.

El libro de Josué registra la obra de Dios en y por medio de Su pueblo para cumplir las promesas que les había hecho. de llevarlos a la tierra, de derrotar a sus enemigos y de comenzar a darles la bendición y el descanso. Es un libro que nos enseña que, ya que Dios siempre cumple Sus promesas, el pueblo de Dios lo puede obedecer y adorar de una forma valiente. También es un libro que prepara el terreno para Jueces.

Al principio y al final de Josué, Dios da instrucciones específicas a Josué y al pueblo que nos proveen un estándar para medir su progreso en Jueces 1. Primero, Dios les dice las dimensiones de la tierra que "Yo les entregaré a ustedes" (Jos 1:3-4). Segundo, les recuerda que sus avances militares (que dependen del Señor) deben ir acompañados de una vida espiritual íntima y humilde —un caminar con Dios. Deben tener "mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley y meditar en él [el libro de la ley]" (v 7, 8). La victoria y el descanso llegarán porque son un pueblo que depende de y obedece a Dios; no serán el pueblo de Dios por lograr la victoria y el descanso por ellos mismos. No deben esperar el éxito si no acompañan toda su obra con la obediencia a Dios al mismo tiempo que meditan en Su palabra y confían en Sus promesas. 

El libro de Josué registra el inicio de este proceso de entrar y tomar posesión de la tierra. La mayor parte del tiempo, el pueblo obedientemente confía en Dios y Él les concede la victoria. Pero a medida que Josué se acerca al final de sus días, todavía hay mucho por hacer. La tierra se encuentra disponible para Israel, pero ellos todavía tienen que establecerse en ella confiando en Dios para sacar a los habitantes actuales.

El pueblo todavía tiene que confiar en que Dios cumplirá Sus promesas, y ellos tienen que obedecerlo valientemente: "Ustedes tomarán posesión de ella [la tierra], tal como Él lo ha prometido. Por lo tanto, esfuércense por cumplir todo lo que está escrito en el libro de la ley". (23:5-6). 

Una manifestación exterior de esta obediencia que confía en la promesa (lo que podríamos llamar fidelidad al pacto) es que Israel no debe entrar en pactos con otras naciones, servir a sus dioses o formar matrimonios con ellas (23:7,12). El propósito de echar fuera a los cananeos no es de venganza o económico, sino espiritual. Deben ser quitados de en medio para que Israel no caiga bajo su influencia religiosa: "Permanezcan fieles a Dios, como lo han hecho hasta ahora" (v.8). Debían construir un país que fuera su hogar para servir ahí a Dios, una tierra donde las naciones circunvecinas pudieran ver al Dios verdadero a través de las vidas de Su pueblo.

 

Espiritualidad valiente 


El llamado de Dios a Su pueblo (entonces y ahora) es a combinar la espiritualidad con la valentía. El verdadero discipulado es radical y acepta los riesgos porque los verdaderos discípulos confían en que Dios cumplirá Sus promesas de bendecirlos y no confían en sus propios instintos, planes o pólizas de seguro. 

Es difícil ser verdaderamente valiente sin tener fe en Dios. La clase de valentía que no surge como resultado de la fe en Dios es temeridad, heroísmo machista o sencillamente crueldad. Puede tener su origen en la inseguridad, o en un deseo de mostrar la autosuficiencia, o en la desesperanza. Solo la valentía que se basa en la fe mantendrá una posición intermedia entre las atrocidades, por un lado, y la cobardía y la ineficacia, por el otro. 

La fe en las promesas de Dios significa no seguir siempre la senda esperada y racional. Cuando Josué muere, se requerirá verdadera fe para conducir esta campaña de la manera en que Dios lo desea. Por un lado, los israelitas nunca deben retirarse cuando peleen con cualquier grupo de personas de Canaán, no importa qué tanto más fuertes sean que Israel. La política militar común manda que no pelees contra ejércitos superiores sobre los cuales no tengas ninguna ventaja numérica o tecnológica. Por Otro lado, Israel no puede Simplemente saquear y esclavizar a ningún grupo de personas en Canaán, no importa qué tanto más débiles sean que los israelitas, La política militar común manda que no te metas en el problema de echar a un pueblo que no es peligroso y al que puedes dominar y explotar económicamente. Con quién decida pelear Israel y la forma en que Israel responda a la victoria mostrará si verdaderamente están confiando en las promesas, si realmente están obedeciendo al Señor.


¡Jueces, por fin! 


El capítulo inicial de Jueces, leído a la luz de y medido en contraste con el patrón del libro de Josué, es una obra maestra de la narrativa. El veredicto por parte de Dios sobre el progreso de los israelitas no se emite al principio (como lo veremos) sino hasta el comienzo del capítulo 2. Pero la narrativa misma nos muestra que Israel, en este punto, es fiel aunque imperfecto. Los fundamentos se están colocando, y aunque son fuertes en ciertas partes, desde el inicio comienzan a erosionarse.

El capítulo 1 sigue la pista de los éxitos (y otras circunstancias) de nueve de las Tribus de Israel. Gran parte del enfoque cae en los de la tribu de Judá ya que Dios dice que ellos deben ser los primeros en completar la conquista de su territorio asignado (v 2).

Casi inmediatamente Judá fracasa. "Entonces los de la tribu de Judá dijeron a sus hermanos de la tribu de Simeón: Suban con nosotros... y pelearemos" (v 3). Militarmente esto es sentido común. Pero espiritualmente esto es infidelidad. La palabra dada por Dios fue, "Judá será el primero en subir"; Judá fracasa en obedecer totalmente. 

Van, pero no van solos. Su discipulado fue ejercido a medias. Sin embargo, por haber subido como se les indicó, "cuando Judá atacó, el Señor entregó en sus manos a los cananeos y a los ferezeos" (v 4). Derrotaron completamente a los habitantes y capturaron y mataron a Adoní Bézec ("el Señor de Bézec"), quien reconoce la justicia de este juicio sobre él; “¡Ahora Dios me ha pagado con la misma moneda! ", v 7). Es importante hacer notar que, mientras muchos lectores del siglo 21 podrían tener muchas dudas sobre la conducta de Israel en Canaán, este cananeo derrotado no las tiene. El juicio de Dios a 10 largo de la historia es entregar a las personas a las consecuencias de la vida que han escogido (Sal 64:3-4, 7-8; Ro 1:21-32). Adoni Bézec, al parecer, acepta esto. 

Al haber ganado esta victoria, Judá sigue tomando su herencia (Jue 1:8-11, 17-18). Entre el registro de estas victorias, el narrador se enfoca en una familia espiritualmente valiente en Israel: la familia del fiel Caleb. Aquí, en miniatura, es cómo todo Israel debería ser. Caleb ofrece su hija al hombre que "derrote a Quiriat Séfer y la conquiste" (v 12). Lo que él quiere para Acsa es la vida que él ha escogido para sí mismo: una de fidelidad al pacto, de obediencia osada en respuesta a las promesas de Dios. "Y fue Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, quien la conquistó" (v 13). 

Acsa, entonces, muestra que ella es la hija de su padre. La necesidad urgente de su nuevo esposo, Otoniel, de pedirle a Caleb un terreno (v 14) y su propia petición a Caleb, "dame también manantiales" (v 15), expone su deseo de tomar, asentarse y disfrutar las bendiciones de la tierra prometida. Caleb, Otoniel (con quien nos volveremos a encontrar en 3:1-6) y particularmente Acsa nos muestran el discipulado entusiasta e incondicional. En este sentido, ellos –y los quenitas (1:16), parientes lejanos de Israel que no obstante "acompañaron a la tribu de Judá... hasta el desierto de Judá"– representan una amonestación al resto del pueblo. Como muchas veces será el caso en este libro (así como también lo es en medio del pueblo de Dios hasta el dia de hoy), son la improbable y el extranjero (una mujer y los quenitas) los que muestran una fe real y radical.

 

Sentido común


Si el capítulo I terminara con el verso 18, sería casi completamente alentador y sería una buena señal para el resto de Jueces. pero el verso 19 nos sacude. "El Señor estaba con los hombres de Judá. Estos tomaron posesión de la región montañosa, pero no pudieron expulsar a los que vivían en las llanuras, porque esa gente contaba con carros de hierro". Judá no confía en el poder de Dios, así que mide su propia fuerza contra la de sus enemigos y fracasa en echar de la tierra a los moradores de las llanuras que poseían carros de hierro. 

El sentido común, pero sin fe, comienza a prevalecer aquí. Judá no confía en Dios; entonces no asegura su heredad para que puedan adorar a Dios sin compromiso. El remanente de los cananeos se convertirá en una espina en su costado en los siglos por venir.

No es nuestra falta de poder lo que nos impide gozar las bendiciones de Dios o adorar a Dios con todo el corazón; es nuestra falta de fe en Su poder. Cuando confiamos en nosotros mismos y basamos nuestro caminar con Dios en nuestros propios cálculos en vez de simplemente obedecer, nos encontramos tomando decisiones como las de Judá. Otoniel atacó una ciudad con el poder de Dios; la tribu de Judá concluyó que no podía atacar con su propio poder. Es discipulado ejercido a medias, y Jueces nos mostrará que este tipo de discipulado precede al abandono del discipulado por completo. iLa advertencia para nosotros es clara! 


No, tampoco, no


El contagio de la obediencia a medias, de confiar a medias en las promesas de Dios, se extiende. Los de la tribu de Benjamín fracasaron en que "no lograron expulsar a los jebuseos" (v 21). La casa de José hace pactos con un cananeo en lugar de confiar en las promesas del pacto de Dios (v 22-26). Manasés fracasa en expulsar a varios habitantes y después, cuando son lo suficientemente fuertes, decide explotarlos con trabajos forzados (v 27-28). La razón implícita es que tenía más sentido económico y requería menos esfuerzo esclavizarlos que expulsados. La conveniencia triunfa sobre la obediencia. 

Los de Efraín permiten que los cananeos vivan entre ellos (v 29). Zabulón opta por someterlos a trabajos forzados (v 30). Al pueblo de Aser le fue todavía peor: en vez de permitir que los cananeos vivieran entre ellos, ellos vivieron entre los cananeos (v 31-32), como lo hace Neftalí (v 33). Por último, a la tribu de Dan la "hicieron retroceder... hasta la región montañosa" (v 34). Lo que importa en el versículo 36 no son las fronteras de la herencia asignada a Israel, sino la frontera de los amorreos, las áreas donde ellos "estaban decididos a permanecer" (v 35). Aquí, no hay ningún alarde de mayores recursos o números militares. Más bien, la razón que se da es una mayor fuerza de voluntad y una osadía superior en tenacidad. El pueblo de Dios se ha vuelto menos valiente que los pueblos que no conocen a Dios.

De muchas maneras, y en la primera lectura, este es un capítulo sobre una gran conquista. Israel vive en la tierra prometida y se ha establecido en grandes áreas de la misma. Dos generaciones antes, cuando los israelitas sufrían bajo el yugo de esclavitud en Egipto, ellos no pudieron haber soñado que así serían las vidas que sus nietos vivirían, pero (y es un gran "pero") Israel no ha confiado ni obedecido por completo. Los israelitas ahora viven junto a los cananeos que adoran ídolos. Como minas enterradas. estos ídolos permanecen en un estado latente en Jueces 1, listos para explotar en las vidas espirituales del pueblo de Dios. 

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Este artículo fue adaptado de una porción del libro Jueces para Ti, publicado por Poiema Publicaciones.
Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Páginas 15 a la 21

 

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