El hecho de que nuestra cultura esté obsesionada con la belleza hace que sea muy común la discriminación y la crueldad. Estas condiciones dan lugar a muchas pruebas para las mujeres. Pocas cosas duelen tanto como el ser maltratada por nuestra apariencia. Nuestra apariencia está tan ligada a nuestra identidad, que cualquier crítica nos hiere en lo más profundo de nuestro ser. Se siente tan injusto porque es injusto.
Tal vez hemos experimentado rechazo por nuestra apariencia. En la escuela no somos populares, no nos incluyen, ni nos invitan. O tal vez nos hemos sentido desmoralizadas en el trabajo por todas las veces que le han dado el ascenso a las más atractivas, aun cuando nosotras calificamos más que ellas.
Puede que tengamos recuerdos dolorosos de cómo se burlaban de nosotros y nos criticaban cruelmente en nuestra propia cara o a nuestras espaldas. Tal vez tu familia te presiona para que seas hermosa, y sientes que nunca darás la talla.
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“Aún en los casos en que experimentemos sufrimiento
de manera injusta por causa de nuestra apariencia,
Dios nos llama a confiar en Él.”
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O tal vez tu esposo ha estado mirando pornografía. Esto no quiere decir que no seas atractiva para él, pero hay mujeres que lo perciben como un ataque personal hacia su belleza. O más doloroso aún, puede que tu esposo haya cometido adulterio o te haya abandonado por una mujer más joven y más atractiva.
Hay muchos ejemplos, que van desde algo ligeramente vergonzoso a algo completamente devastador.
Como mujeres, puede que abracemos la verdad de Dios acerca de la belleza, pero seguimos viviendo en el mundo real, ¿no es así? A veces parece que no importa cuánto nos esforcemos por honrar a Dios con nuestros cuerpos, por más que nos vistamos modestamente y contemplemos la hermosura de Dios, en lugar de honrarnos y animarnos, nos sentimos aplastadas por otros, incluso hasta por los mismos cristianos.
Estas situaciones pueden tentarnos a sentir amargura o hasta contraatacar, pero ambas cosas reflejan lo contrario de un espíritu suave y apacible. Y es que aún en los casos en que experimentemos sufrimiento de manera injusta por causa de nuestra apariencia, Dios nos llama a confiar en Él. Él envió a su Hijo a cargar con nuestros pecados y nos muestra cómo sobrellevar el maltrato:
Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan Sus pasos. Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en Su boca. Cuando proferían insultos contra Él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a Aquel que juzga con justicia (1P 2:21-23).
El secreto para llegar a ser más hermosas es entregarnos a Aquel que juzga con justicia. Las personas pueden ser injustas, pero Dios no lo es. John Piper nos pregunta:
¿Lo crees? ¿Confías en que Dios, quien ve todo el mal cometido en tu contra, conoce cada dolor, y evalúa las motivaciones y las circunstancias con exactitud perfecta? ¿Crees que Él es impecablemente justo y no acepta sobornos, y que ajustará todas las cuentas con justicia perfecta? Esto es lo que significa estar ‘consciente de Dios’ en medio del sufrimiento injusto.
“Ella muestra una belleza notable y
poco común porque ha aprendido
a esperar en Dios.”
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Al ver más allá de las injusticias cometidas en contra de nosotras y fijar nuestra mirada en la justicia perfecta de Dios, podemos soportar las crueldades de otros con respecto a nuestra apariencia sin querer vengarnos. Pero Piper añade que “Esto no es simplemente una regla a seguir. Es un milagro que experimentamos. Una gracia que recibimos. Una promesa que debemos creer”.
Dios no solo ve y toma nota de cada maltrato, sino que también ve nuestra obediencia. Él ve todo y no se le olvida nada. Aun cuando no vemos las cosas solucionadas o nuestros esfuerzos recompensados en el tiempo en que esperamos, o al grado en que desearíamos, podemos confiar en que Dios juzgará justamente. Puede que sea difícil, y a veces hasta agonizante, esperar pacientemente a que esa justicia se cumpla, pero Cristo nos ha dejado Su ejemplo. Cuando seguimos sus pasos, podemos resistir la tentación de sentir amargura o querer contraatacar. Podemos, al igual que nuestro Salvador, seguir confiando y entregándonos a Dios”.
La mujer que decide mirar a Dios cuando es maltratada llegará a ser más hermosa a través del sufrimiento. En su cara no se verán las marcas de la amargura ni un rostro perturbado. Ella muestra una belleza notable y poco común porque ha aprendido a esperar en Dios. Su felicidad no está al alcance de aquellos que la han maltratado.
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Este artículo fue adaptado de una porción del libro Belleza Verdadera, publicado por Poiema Publicaciones.
Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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